Decálogo

1. El Vindicato de Mujeres tiene como función la vindicación feminista de todos los derechos de las mujeres de modo transversal a cualquier clase social, raza, lugar de nacimiento, edad o cultura.

El Estado se ha apropiado de nuestros derechos naturales y asume la función de dispensarlos o no y en el grado en el que le parezca oportuno o justo. Frente a esta estructura, reivindicar es pretender convertir en ley positiva pequeñas parcelas de nuestros derechos más o menos puntuales. Vindicar, sin embargo, es exigir o tomar como feministas todos los derechos y propiedades que nos pertenecen por el hecho de ser humanas, libres herederas de la Tierra y de sus bienes.

El término de vindicación lo hemos tomado de la primera filósofa feminista, Mary Wollstonecraft (1759-1797) autora de Vindicación de los derechos de la Mujer, cuyo texto se basa en la necesidad de una educación equivalente para las mujeres respecto de los varones a fin de “restaurar su dignidad perdida y de hacerlas trabajar para reformar el mundo con su propio cambio”.

Por otro lado, tratando de poder representar de modo transversal a todas las mujeres, nuestro sindicato no es un sindicato de clase, sino que trasciende la clase social, la raza, el lugar de nacimiento, la edad, la cultura o la opción sexual. Ello quiere decir que ninguna de estas circunstancias constituye un motivo político para dividir a las mujeres, sino que, por encima de nuestra pluralidad, está nuestra identidad sexual de mujer en la que se fundamenta la razón de ser de El VINDICATO.

2. Si la política pertenece al ámbito institucional junto a la soberanía popular, lo político es responsabilidad de la sociedad civil y de las organizaciones ciudadanas, un espacio que desborda a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. En ese amplio espacio se mueve el Vindicato de Mujeres, porque “lo personal es político”.

Las reivindicaciones feministas no acceden al mundo de la política si antes no han impregnado el espacio de lo político. Cuando Kate Millet afirmó que “lo personal es político” y se convirtió en un grito de guerra para el feminismo, así como en un programa de acción, muchas feministas interpretaron que aquello que afecta específicamente a las mujeres de modo personal, tenía que transformarse en reivindicaciones que fueran legisladas por los poderes con tal potestad. Eso es quedarse en el ámbito de “la política”, pero El VINDICATO aspira a moverse, sobre todo, en la esfera de “lo político”, es decir, en la consecución de modos de vida y libertades que no tienen por qué ser legislados, ya que eso nos sometería a la voluntad de los gobiernos de turno. Tenemos que construir lo político más allá de la política, aspirando así a un nuevo Contrato social, de los que las mujeres no hemos sido sujetos activos, ya que hemos estado sometidas a un contrato sexual implícito, que ha de ser derrocado. De este modo, los derechos de las mujeres no fluctuarán al albur de las posiciones de los Partidos políticos, así como tampoco de los privilegios y deseos de imperativos patriarcales. Impregnar el espacio de lo político consiste en crear conciencia sobre quienes somos, qué mundo queremos construir y qué vida queremos vivir.

3. Reivindicar es luchar por conseguir un derecho que aún no se ha conseguido, pero vindicar es recuperar lo que ya nos pertenece. Las mujeres somos sujetos de los DD.HH., que no hemos de mendigar, sino ejercer a través de la acción directa.

Los Derechos Humanos han de ser reformulados o entendidos de acuerdo a la Ley Natural y no sólo de las interpretaciones del Derecho positivo. El ejemplo y modelo más claro es el de Antígona, protagonista de una tragedia de Eurípides, en la cual se niega a obedecer las leyes de su ciudad, Tebas, promulgadas por Creonte, el gobernante, que prohíbe a Antígona dar sepultura a su hermano Polinices, muerto en el asalto a Tebas, dejando su cadáver a merced de los perros callejeros. Antígona se niega a acatar dichas leyes y entierra a su hermano ejerciendo la virtud de la piedad para con los muertos, de acuerdo con la ley natural, más antigua y más fundante que las leyes de los poderosos, sabiendo que morirá ajusticiada (o injusticiada más bien) Las mujeres feministas, como humanas que somos, tenemos que hacer primar la Ley Natural ante leyes injustas o absurdas, que no deberían ser aplicadas si no están de acuerdo con la primera. Como humanas compartimos la Tierra con todos sus bienes y disfrutes. Por ello, queremos establecer la cultura de la desobediencia civil ante tantos y tantos atropellos a los que somos sometidas como un modo de vindicar nuestros derechos en una acción directa no violenta para ir avanzando en la consecución de una verdadera Justicia, que, en muchos casos, no coincide con el Derecho ni con los privilegios de los varones y de los poderosos. 

4. Este Vindicato nace por el gran vacío existente entre la función de los sindicatos y las situaciones reales de las mujeres en toda su diversidad. Porque el trabajo va mucho más allá del empleo y lo personal también trasciende el trabajo. El empleo, el trabajo y lo personal son tres estadios ascendentes a los que atender.

Los sindicatos al uso sólo ejercen sus funciones en el ámbito del empleo, que en el mundo de hoy – de desempleadas y precarias – supone ser una privilegiada. Por ello, nuestro VINDICATO no puede centrarse únicamente en reivindicar los derechos y los convenios colectivos de las mujeres empleadas, ya que una gran mayoría ejerce su trabajo fuera de esa situación contractual. Sin embargo, estos trabajos no son reconocidos, como el de ama de casa, madre e incluso abuela. Estas situaciones tan comunes deben ser solventadas de un modo distinto al actual, en el que los trabajos de las mujeres se hallan sometidos a la ley del “amor patriarcal”, o sea, de la dedicación a los otros olvidándose de sí y provocando la “extinción del yo”. Y no digamos la situación de las viudas, que tienen que sobrevivir con las exiguas pensiones generadas por el difunto marido, lo que demuestra su dependencia absoluta de la figura del varón incluso después de su muerte.

Un tema central del VINDICATO es la atención a los trabajos no reconocidos. La vida de las mujeres es una vida de continuo trabajo, sin jubilaciones, sin horarios ni pensiones, ya que es un tipo de trabajo que se ha “naturalizado” de tal modo que se ha convertido en su función o misión de vida sin por ello recibir remuneración ni prestación alguna. Por ello, dichos trabajos domésticos y familiares han de ser, al menos en parte, colectivizados o asumidos por el Estado con todo tipo de servicios en lugar de que recaigan sobre el esfuerzo “voluntario” de las mujeres. No se trata sólo de “conciliar”, sino de hacer comprender que lo que ellas hacen es un trabajo para la comunidad nacional y humana en general, que no debería recaer sobre sus espaldas. Por último, nuestro Sindicato, no sólo atenderá a las necesidades y derechos del empleo y del trabajo de las mujeres, sino también a su vida personal, procurando que cada mujer pueda realizar su vocación o su pasión con mayores medios para conseguirlo, creando también entre las afiliadas un ambiente de sororidad por el que cada una se sienta parte del grupo y apoyada por él.   

5. La praxis del Vindicato estará inspirada en la ética del cuidado y la responsabilidad, que supera a la ética de la justicia imparcial, ya que la primera es parcial y se involucra con las personas y sus necesidades.

En este sentido, recurrimos a una autora importante para nosotras, Carol Gilligan, cuyos planteamientos surgieron en los años 80 en un debate en la Universidad de Harvard frente a Lawrence Kohlberg, que defendía que la ética masculina era superior a la ética femenina, ya que la primera se atenía a la aplicación de la ley estricta sin más contemplaciones, mientras que la femenina tenía en cuenta las emociones y las circunstancias concretas de las personas. A la primera la llamó Kohlberg ética de la justicia imparcial, a la que Carol Gilligan opuso la ética del cuidado y de la responsabilidad, en la que defiende los juicios involucrados en el otro, es decir, aquellos que tienen lugar integrando la compasión, la empatía y el cuidado respecto a la persona concreta y no de modo imparcial. Gilligan defiende que la “ética del cuidado” es una ética superior y supone la aportación de una visión femenina de la realidad y de la justicia, porque hay que tratar de modo diferente a los diferentes.

Para quien crea que la palabra “cuidados” tiene una acepción blandengue o muy tradicionalmente femenina, hemos de saber que el verbo “cuidar” proviene del latín cogitare, que significa “pensar”, “poner la atención en algo o en alguien”, y, por tanto, “cuidados” viene de cogitatus (que evoluciona a “coitatus”) La misma palabra con la que se inició la modernidad filosófica: cogito, ergo sum (pienso, luego existo).

6. La igualdad imparcial no es justa, ya que no se puede tratar igual a los diferentes, por tanto, nuestro imperativo moral es el de superar la igualdad con la equidad, que implica tener en cuenta las diferencias.

Como decía Marx: “De cada uno según sus posibilidades, a cada uno según sus necesidades”, porque aplicar una igualdad estricta a los diferentes es injusto. En este sentido, apostamos por la equidad, que es una igualdad involucrada, es decir, implicada en la “ética del cuidado”, la “ética del caso concreto”. De todos modos, queremos ir más allá incluso de la “equidad”, pues lo que hay que cambiar no sólo son las leyes y su aplicación, sino el modelo social. Por supuesto que queremos superar las “desigualdades”, pero ello no significa que la igualdad sea el punto de llegada, sino el punto de partida.

Más allá de la igualdad y de la equidad en todas sus manifestaciones, hemos de tener en cuenta las diferencias, sabiendo que “lo contrario de igualdad no es diferencia, sino desigualdad”. Atender, pues, a las diferencias no significa renunciar a la igualdad, sino poner en valor lo que significa la diferencia en sí de ser mujer, que no comparte el Sujeto Universal con el varón, sino que “Lo universal es dos: es mujer, es varón”, como diría la filósofa Luce Irigaray, de modo que su diferencia inmanente comprende toda la realidad humana, presupuesto hoy más necesario que nunca, ya que ahora se pone en cuestión nuestra identidad de mujeres. Las mujeres no somos el “todo”, lo cual significa que poseemos una identidad propia, pero tampoco somos “lo mismo”, lo que implica que tenemos cuerpos diferenciados, identidad propia y funciones sociales específicas, entre ellas cambiar el modelo de mundo patriarcal.

7. El poder será sustituido por una clara organización horizontal, y el liderazgo será colegiado y rotatorio. El Vindicato no reproducirá el funcionamiento de partidos políticos ni de sindicatos.

La organización del VINDICATO intenta ser en red, con distintos nodos y sólo centralizado por nuestra afiliación y por los objetivos comunes, así como por el ideario expuesto en este Decálogo.  Su estructura responde al siguiente esquema:

  1. Plataformas sindicales según objetivos determinados con una coordinadora en cada una de ellas.
  2. Una Dirección colegiada de tres miembras del VINDICATO elegidas en Asamblea General
  3. Delegadas provinciales o autonómicas conformadas de forma colegial por tres miembras.
  4. Un Consejo Sindical formado por un número máximo de quince miembras, inicialmente compuesto por las fundadoras del VINDICATO, que constituye un órgano consultivo y dirime cuestiones de garantías democráticas, pero no tiene una función ejecutiva.

8. Su objetivo último es el de superar el “androcentrismo” como supremacía real y simbólica de lo masculino y sus manifestaciones. Desde el Vindicato tratamos de feminizar el mundo en cuanto a cotas de poder real y de autoridad simbólica, a fin de equilibrar una estructura totalmente asimétrica.

Como bien dijo la feminista italiana Anna Santoro: “No existe otro mundo simbólico que las palabras de los hombres y el silencio de las mujeres”. Es decir, que el verdadero cambio no vendrá sólo por la igualdad en las leyes, ya que los humanos “somos animales simbólicos”, es decir, que las cosas no son lo que son, sino lo que significan. La política, la economía, la cultura, las religiones y hasta el fútbol, es decir, todas nuestras realidades sociales responden a un mundo simbólico masculino en el que las mujeres siempre tenemos un papel subsidiario porque simbolizamos realmente un segundo sexo, como escribió Simone de Beauvoir, necesario para la reproducción y para servir a los hombres, una posición que el feminismo trata de superar, pero que si no apuntamos también a lo simbólico, simplemente seguiremos en un mundo totalmente masculinizado, construido en torno al imaginario masculino, por muchas cotas de igualdad o de paridad que  conquistemos, pero sin cambiar el núcleo simbólico de nuestra civilización, que es lo que hemos llamado androcentrismo, es decir, el hombre como modelo de todas las cosas, como centro del mundo.

No se trata de cancelar o eliminar el lugar de lo masculino en el mundo, sino de feminizar el mundo para equilibrar ambas realidades. Es donde mayores cotas de realidad tenemos que alcanzar, pues si no cambiamos el mundo simbólico no cambiaremos la realidad. Podemos comprobar que toda la violencia contra las mujeres se fundamenta en la “violencia simbólica”, sin la cual las otras violencias no existirían. Un ejemplo flagrante de violencia simbólica se manifiesta en el silenciamiento de las mujeres en los libros de texto, en los periódicos, en la televisión, en la ciencia, etcétera. Sin la energía femenina, los humanos no podremos evolucionar jamás.    

9. El resultado más deseable sería el de un cambio de paradigma o modelo, que supusiera una re-evolución política, social y personal, más allá de conseguir ciertos derechos igualitarios para las mujeres.

Este cambio es lo que perseguimos. Un modelo que no se base en la subsidiaridad de las mujeres, ni en la destrucción de la Naturaleza, en la guerra para resolver conflictos, en el establecimiento de una genealogía de poder atribuida siempre a los hombres y negada a las mujeres y, sobre todo, en la transformación de las diferencias en desigualdades según una jerarquía arbitraria.

Sin embargo, un gran cambio no se producirá si los varones no desinflan su ego y se hacen más humildes de acuerdo con la realidad, y las mujeres adquieren mucha más confianza en sí mismas, abandonando su minusvaloración. Pero esto requiere un cambio cultural muy profundo, así como un cambio educacional, que no se resuelve con la mera coeducación según un paradigma siempre masculino o simplemente igualitario porque somos diferentes, pero no desiguales.

Con todo, no bastaría con hacer una revolución política y económica estructural si no realizamos una auténtica evolución personal y hacer de esto personal una realidad política.

x. El Vindicato de Mujeres se declara abolicionista respecto de cualquier esclavitud, maltrato, humillación o explotación de las mujeres por el hecho de ser mujeres.    

El VINDICATO se posiciona claramente abolicionista respecto a la prostitución, a los vientres de alquiler, la pornografía y el generismo como negación de nuestra identidad y nuestros derechos basados en el sexo. Y nuestro sexo no es un “destino biológico”, sino una identidad real y corporal “diferente” del sexo masculino.

Hoy en día es una de las batallas más cruciales del Movimiento Feminista, que trabaja denonadamente contra “el borrado de las mujeres”, que como una reacción patriarcal recorre el mundo bajo distintas apariencias. Apoyamos con toda nuestra fuerza los DD.HH. de cada persona sin que esto signifique que aceptemos cualquier modo de interpretarlos. Este abolicionismo teórico no sería suficiente si no estuviéramos implicadas en la ayuda, apoyo y acogimiento de todas las mujeres que deseen salir de sus esclavitudes, tratando de mostrarles su situación de explotación por los intereses patriarcales, tanto por el patriarcado de derechas como de izquierdas.