Manifiesto

El 1 de mayo de 1886, en Chicago, los trabajadores de las fábricas iniciaron una huelga a fin de conseguir la jornada de 8 horas. El día 4 tuvo lugar la “revuelta de Haymarket”, en la que la policía cargó y murieron muchos de los huelguistas, pero a finales de ese mismo mes los empresarios y la mayoría de los gobiernos no tuvieron otra opción que conceder dicha jornada, lo que originó una respuesta masiva de afiliación a los sindicatos, que hasta entonces no habían tenido mucho predicamento.

            Han pasado desde entonces 134 años, los suficientes para que los llamados sindicatos de clase o sindicatos obreros se hayan acomodado a los imperativos del mercado, del empresariado y de los gobiernos, dejando en el camino a gran parte de la ciudadanía, que ya no es, lamentablemente, la clase obrera, sino una clase precaria, amenazada de ruina en cualquier momento, mientras una exigua élite, cada vez más rica, parece que puede llegar a dominar el mundo y destruir la vida en la Tierra.

            A lo largo de todos estos años, esos sindicatos de clase no se han preocupado especialmente de las situaciones específicas de las mujeres, ni siquiera de las trabajadoras, aunque una gran mayoría haya estado excluida incluso del trabajo asalariado, ya que el sistema patriarcal y el capitalista consiguieron recluirnos en la retaguardia del hogar, que, en realidad, es donde se hace posible la vida y la producción, empezando por la reproducción de seres humanos, el mantenimiento de los cuidados y todo el respaldo afectivo y de respeto que cualquier ser humano necesita para ser tal. Hemos sido utilizadas y explotadas, al igual que las riquezas de la Tierra, origen y mantenedora de nuestra especie humana.

            Sí, han pasado 134 años y las mujeres todavía no hemos conseguido siquiera esa jornada de ocho horas, porque nuestra jornada de trabajo es de todo el día. Las mujeres somos una población transversal con características propias, empezando por las amas de casa, que jamás han recibido un salario por su enorme trabajo durante toda la vida, sin vacaciones ni jubilaciones, y que cuando se quedan viudas tienen que sobrevivir con pensiones miserables, dependiendo todavía del exmarido; las madres solas con sus criaturas, para quienes el mundo no estaba pensado; todo un ejército de mujeres empleadas en los trabajos domésticos, excluidas de muchas prestaciones sociales y del paro incluso; las mujeres inmigrantes, con dificultades añadidas, que necesitan más que nadie una protección legal y un acogimiento afectivo por parte de otras mujeres; las empleadas en general, que reciben más bajos salarios que sus compañeros por la clasificación misma de los oficios o empleos;las mujeres del rural, lejos de todo y más necesarias que nunca; las jóvenes, con una formación que sus mayores no tuvieron, y que son excluidas de los trabajos mejor pagados o más reconocidos; las profesionales, para quienes los modelos de empresa o de las instituciones dinásticas masculinas les impiden acceder a puestos de poder real, sin olvidar a las trabajadoras de la cultura, quienes aportan lo mejor de sí mismas y de su creación para el disfrute estético y la evolución de la sociedad; las mujeres víctimas de trata y de prostitución, quehan de ser rescatadas de su esclavitud y devueltas libres a la sociedad; las mujeres mayores, arrumbadas en residencias para “viejos” como carne de cañón para beneficios privados, en lugar de poder elegir entre nuevas soluciones habitacionales para los últimos años de una vida que merece ser digna hasta el final. Por supuesto que todos estos logros se podrán conseguir con el compromiso decidido de los Servicios Públicos de un Estado Social y de Derecho, sobre todo en Educación, Salud y Cultura, así como desde un sentido potente de comunidad. Lucharemos para que los bienes básicos comunes no puedan ser jamás privatizados.

            Una larga experiencia nos avala a las mujeres para concluir que nosotras hemos de cuidar de nosotras y de nuestra Madre Tierra. Nuestra memoria ha sido ocultada, por eso rescataremos nuestra verdadera presencia en la Historia desde las escuelas a las universidades; nuestra genealogía ha sido truncada, pero la volveremos a recuperar junto con nuestra autoridad ancestral. Nosotras, las mujeres, hemos sido durante siglos apartadas de la ciencia y del pensamiento, pero es ahora, cuando estamos al borde del dominio por parte de la tecnología más agresiva, cuando las mujeres hemos de estar a la vanguardia de la nueva ciencia y de la ética del cuidado para que un patriarcado de nuevo cuño no retorne a dominarnos definitivamente. Y todo esto no lo van a luchar los sindicatos por nosotras ni con nosotras.     

Por todos estos motivos y por otros muchos, algunas mujeres hemos decidido muy firmemente fundar nuestro propio Vindicato de Mujeres, EL VINDICATO, con objetivos muy específicos que ningún partido ni sindicato atiende, porque nosotras las mujeres hemos de cuidar de nosotras las mujeres.

No sólo, sino que siguiendo a nuestra pionera Mary Wollstonecraft, nos reafirmamos en que “Sin derechos no puede haber obligaciones”. Durante siglos y milenios, las mujeres hemos tenido muchas más obligaciones que derechos. Esto se acabó. Para este fin nace EL VINDICATO, para superar las obligaciones impuestas por el patriarcado y conquistar todo lo que por derecho nos pertenece. Sin más concesiones. Pero esta utopía, que estamos dispuestas a conseguir,nadie nos la va a regalar. Por eso, el único camino es que seamos muchas, tantas como para alcanzar una masa crítica que dé la vuelta al sistema. Los últimos acontecimientos nos están mostrando que hemos llegado a un límite. La historia nos está diciendo a gritos que ha llegado el tiempo de las mujeres. Aquí estamos.

Os invitamos a todas, compañeras, hermanas, a que os unáis a este VINDICATO DE MUJERES, para cambiar el presente y diseñar el futuro. Un futuro en el que ya no sea necesario que las mujeres vindiquemos nuestros derechos, sino los derechos y libertades de TODA LA HUMANIDAD. Porque a nosotras, las mujeres, nada humano nos es ajeno.

¡Viva la lucha de las mujeres!