La equidad equivale a igualdad con justicia, es decir, tener en cuenta las circunstancias de cada persona, ya que no todos estamos en el mismo nivel de posibilidades y necesidades. Aquí podemos aplicar la sentencia de Marx: “De cada uno según sus posibilidades; a cada uno según sus necesidades”. Esto significa que la igualdad estricta es injusta con las personas, ya que no se puede tratar igual a los diferentes.
El objetivo de la equidad o igualdad de género es ofrecer a todas las personas, independientemente de su género, las mismas condiciones, oportunidades y tratamiento, pero teniendo en cuenta las características particulares de cada uno para garantizar el acceso de las personas a sus derechos. Y nuestras condiciones como mujeres son muy distintas a las de los hombres.
La equidad constituye la base de la justicia social y de los Derechos Humanos. El feminismo de la equidad trataría de complementar el de la igualdad, pues se trata también de definir cuáles son las diferencias de las mujeres biológica, cultural y socialmente para que la igualdad sea real. Ambos feminismos se complementan.
Tendríamos, pues, que tener en cuenta los siguientes puntos:
- Si bien la igualdad nos ha servido como una guía en nuestra acción feminista, comprobamos que los derechos promulgados no son suficientes, pues todas las sociedades continúan siendo patriarcales y las potencialidades femeninas cercenadas. De ahí que tengamos que ampliar el horizonte hacia la equidad, lo cual requiere un nuevo feminismo.
- No se trata ya de que las mujeres alcancemos un estatus de “igualdad” respecto a los varones si no cuestionamos el modelo de mundo patriarcal, si no cuestionamos los valores y modelos por los que se rige. De lo contrario, abocaríamos a una sociedad totalmente masculinizada.
- No se trataría, pues, de pensar soluciones nuevas ante los muchos problemas, sino de pensar de modo diferente, es decir, de crear una nueva episteme en la que determinadas situaciones de injusticia sean impensables: el enriquecimiento desmesurado de individuos o familias, la comercialización de los cuerpos de las mujeres, la privatización de las energías y servicios básicos, las tremendas desigualdades entre humanos, la apropiación de la tierra o el maltrato animal, la economía financiera, la venta de armas, el negocio de la droga, el gran negocio de la prostitución, la estructura atomizada y jerárquica de las familias, la utilización interesada y sesgada de las nuevas tecnologías, el poder de las religiones institucionales, la falta de democracia real o la falta de empatía entre humanos.
- La “nueva episteme” no podrá triunfar si no es a través de la educación o formación de los individuos y los grupos, no en función de los intereses del mercado, sino de cara a un desarrollo y emancipación de las personas teniendo en cuenta sus diferencias.
- No podemos seguir manteniendo el nombre de “sanidad” en un sistema que se centra más en la enfermedad que en la salud, la cual no puede seguir en manos de los emporios farmacéuticos, sino en manos de profesionales que busquen el cuidado y bienestar de los cuerpos y de la psique de la ciudadanía. Crear ambientes saludables.
- Como anécdota transcribo una noticia que tiene su relevancia y que indica que las mujeres tenemos características distintas a los hombres, que también deben ser atendidas: “Diputadas británicas promueven una ley que proteja los derechos laborales de las mujeres en la menopausia”.