El Patriarcado se las ha arreglado para delegar los trabajos más ingratos en manos de las mujeres, pero, de tal modo los ha normalizado, que nos resultan como si de una ley natural se tratara. Y, sin embargo, fueron producto de un confinamiento político. Las mujeres tenían que estar encerradas en el hogar, en el oikos, mientras que la ciudad, la polis, era para los varones. En la misma línea, todos los trabajos del hogar correspondían a las mujeres, y todos los trabajos de la ciudad, a los hombres con lo que ello supone de estatus.
Como sabemos, para los trabajos en el hogar no hacen falta especiales conocimientos científicos, de ahí que, durante siglos, las niñas fueran apartadas de la instrucción, salvo en lo relativo a las tareas del hogar y la enseñanza religiosa, mientras que los varones eran instruidos en todos aquellos conocimientos que requerían sus oficios o sus dedicaciones intelectuales. Esto dio lugar a poblaciones totalmente asimétricas con mujeres apartadas totalmente del conocimiento reglado y, por tanto, analfabetas.
Los trabajos naturalizados del hogar, casualmente, no han sido reconocidos socialmente, por eso no se pagan. Y como, además, se supone que se hacen por amor, no tienen precio. Sin embargo, son esos trabajos y dedicación, desde el nacimiento hasta la muerte de cada quién, los que nos permiten mantenernos vivos, alimentarnos, poder ir a la escuela o a los trabajos, vivir acompañados y aprender a amar y a ser amados. Y no sólo no son pagados, sino no-reconocidos.
La postura de El Vindicato es que los trabajos del hogar, salvo las funciones insustituibles de la maternidad, han de ser compartidos por todos los miembros de la familia según sus posibilidades. Y que el Estado ha de subsanar semejante desigualdad e injusticia con servicios públicos suficientes como para que la vida de las mujeres con responsabilidades familiares no suponga una doble carga. Y la que sólo se dedique al hogar, el ama de casa, tendría que recibir algún tipo de salario. Muchas más ayudas y prestaciones, incluso, tendrán que destinarse para las madres solas y las viudas con pensiones mínimas.
No nos olvidamos en absoluto de las mujeres empleadas en el trabajo doméstico por cuenta propia y que no tienen, en muchos casos, ningún tipo de protección ni seguro de desempleo. Más aún si son extranjeras sin derecho a la Seguridad Social. Tenemos como objetivo que todos estos trabajos sean reconocidos social y salarialmente, y con ellos todo ese número ingente de mujeres que los realizan y que hacen posible y cómoda la vida de los otros.